Desde que nací vivo en Neiva, he tenido la suerte de experimentar muchos cambios en nuestra ciudad. Algunos positivos por supuesto, pero actualmente me cuesta ver el lado positivo y es la primera vez que siento que me gustaría irme. Gracias a El Mandato aquí puedo expresarme:
Como describo que asistí a una pobre escuela pública que sigue existiendo y siendo muy humilde. Eso sí, tiene recién instalados unos espléndidos paneles solares en sus techos, pero al mismo tiempo e inexplicablemente, los niños tienen que taparse la nariz para ir al baño porque son un espanto, sin mantenimiento y con goteras entre otros muchos defectos. ¿Y saben qué? Cada día al llegar los que trabajamos allí rezamos que todo siga en su lugar y no se hayan robado nada, con tanta inseguridad creciente.
Este dato no es menor y sorprende a muchos: Neiva es inmensa, cuando se habla de la capital del Huila urbana, es menos del 10% del territorio, mientras que la zona rural (que es la parte siempre abandonada y decepcionada) atraviesa todo el Departamento de lado a lado y que muchos ni siquiera saben que pertenecen al municipio.
Algunos de los cambios urbanos del pasado los he disfrutado más que otros. Llevamos como 3 años sin grandes modificaciones ni aportes urbanísticos, solo elefantes blancos y promesas populistas de candidatos previsibles como el actual burgomaestre con problemas con la justicia.
Como adultos, a medida que vamos madurando, nuestra observación del mundo se agudiza y se complementa con todo el aprendizaje diario y la mayoría nos volvemos más exigentes. Prestamos más atención a los detalles del mundo que nos rodea. Producto de eso, puedo concluir que hoy la ciudad está más fea y desorganizada que nunca, sobre todo, más afectada por una pésima planificación generalizada.
Neiva ha retrocedido, antes era una ciudad acogedora, tranquila y si bien muchos expertos dicen que la modernidad trae comodidad, en los últimos años cada vez es más agresivo el entorno.
Digamos la verdad: siempre hubo huecos en Neiva, pero antes los alcaldes estaban más atentos, respondían más rápido, y hablo de hasta hace al menos 4 años que uno no escuchaba tantas historias de ciudadanos perdiendo la vida en las vías. Claramente genera indignación y rechazo. Pareciera que los funcionarios públicos tienen un trastorno de personalidad narcisista, están siempre encontrando la manera de poner pretextos. Lo peor es escucharlos encontrando, casi siempre, la manera de echarle la culpa a los ciudadanos. Esta falta de empatía hace que nadie confíe en estos representantes que, en su mayoría, están acompañados de bufones del rey que desde el Concejo votan a todo que sí para recibir beneficios personales.
Por la edad que tengo, siento hasta envidia de algunas ciudades que eran tan parecidas a Neiva y hoy han evolucionado y nosotros tan estancados. Ya no es solo el calor opita lo que ahuyenta a los foráneos a venir, sino que existe un rechazo al estado de abandono y desidia de Neiva.
Debemos recuperarla de este desgobierno cargado de improvisación con acciones concretas, basta de “prometedores incumplidos”, de manipuladores que subestiman al ciudadano y compran voluntades gastando el dinero público. Neiva necesita un cambio urgente para dejar de sufrir y renacer siendo realmente un portal surcolombiano. Si no, realmente tocará mudarse.
Por: Claudia Sandoval, ‘La Profe’
