“Qué lástima que el evento más grande y maravilloso de las fiestas de San Juan y San Pedro en Neiva, el Encuentro Internacional de Danzas y Muestra Folclórica de las candidatas, no se realice en el Parque de la Música (ex Concha acústica) ‘Jorge Villami’l, sino en un escenario improvisado, estrecho, con mal sonido y alta incomodidad como la plazoleta del Centro de Convenciones. Celos absurdos entre la Alcaldía y Gobernación. Mientras en esta plazoleta solo caben 2 mil personas, en el Villamil se ubican 8 mil o más, con mejor sonido y escenario.” Escribió el reconocido periodista huilense Melquisedec Torres de La Luciérnaga de Caracol Radio en Twitter. Ojalá fuera el único defecto del oxidado y deslucido Festival del Bambuco en San Juan y San Pedro del Huila, que cada vez afecta más la experiencia de propios y los pocos extraños que se animan a venir y visitarnos.
Vale la pena aclarar que es tan lindo ver a los colombianos disfrutar de los coloridos festivales durante el año en las distintas regiones. Son una demostración de tradiciones, cultura y folclore que generan por unos días pertenencia y alegría a la castigada población. Admito que a mí me encantan y por suerte a mi familia también. Los opitas somos anfitriones y buena gente, pero estamos mal representados por los que viven malcriados gracias a lo público y malgastan la recaudación de impuestos con malas decisiones constantes. La verdad sea dicha y en una batalla de pulsos, lo malo está venciendo y afectando a la región.
Dos santos le dan el principal nombre y fecha a la principal festividad anual que tenemos. Uno de los nombres, Pedro, fue el primer Papa de la Iglesia Católica y proviene del griego que quiere decir piedra: pareciera que muchos hacen honor a esa palabra helénica y esta combinación perfecta de faltas de respeto y ausencia del estado con cascotes de cualquier material volando por los aires peligrosamente, que borrachos y delincuentes lanzan para herir a quien sea, es delicada sin descartar a los que lastiman.
En el chat de una red social de padres desde los primeros días del Festival, la mayoría de los mensajes eran de quejas, de denuncias, de escándalos violentos mezclados con emotivas fotos familiares y ‘selfies’ sonrientes. Inseguridad y violencia desenfrenada con agresiones callejeras, robos de todo tipo que arruinan la celebración. Y los comentarios en los medios de comunicación confirman que no es una situación aislada.
A todo esto, las autoridades municipal y departamental no lloran, ellas solo facturan por lo visto en los comentarios generalizados, con el gran descontento y lo peor, brillan por su ausencia según la denuncia de los que sí desean disfrutar y se ven impedidos por el lucro de unos pocos que no valoran la importancia de valorar lo propio. ¿Será cierto que todo negocio del Festival se maneja entre familiares y amigos del Alcalde como muchos dicen? Lo que es seguro es que en esta región no se evoluciona en este sentido y el número 62 del Festival no muestra madurez ni organización a pesar de los años que lleva. Hay cosas esenciales que cada vez se hacen peor. Sin ir mucho más lejos, a solo 155 km de Neiva en el Departamento del Tolima en el municipio del Espinal, este año van por el número 142 del Festival Nacional de San Pedro y el año pasado se derrumbaron los inseguros palcos generando gran cantidad de accidentados innecesariamente.
¡Ay Profe no sea negativa! podrán decir a esta altura de la columna. Claro, es que la inauguración fue un espectáculo muy agradable, se notó organización, pero el festival el resto de los días fue una confirmación de la facturación de unas pocas y egoístas decadencias con discriminación para nada inclusiva y decepción generalizada. No se toman el trabajo de evitar situaciones incómodas, injustas y a pesar de las sobreactuaciones, claramente se despreocupan de la vida y solo se ocupan de sus bolsillos o de algunos empresarios amigos.
Invitan a que la gente “Se pegue la rodadita”, repiten y repiten los beneficiados del Festival, desatendiendo detalles claves y los casi nulos extranjeros que nos visitan deciden nunca volver y hablan mal del mismo en Internet. Indirectamente todo esto afecta a Neiva, cuando la Ciudad no tiene la culpa de sus huecos, el mal estado de casi todo, lo fea que se la ve y que nadie se encarga ya ni siquiera de disimular.
La sensación de inseguridad en todo sentido es grave, desde riñas callejeras, exceso de alcohol en la mayoría de las personas (incluidos menores de edad) y Neiva está totalmente desamparada. Desencanto, caos y frustración de la mayoría y gran negocio de unos pocos que no cuidan la imagen ni invierten en proteger al desanimado pueblo víctima del abandono estructural.
No sé si los responsables son o se hacen, pero tienen mucha suerte de que solo sean situaciones riesgosas sin pérdidas de vidas, mientras unos pocos sonríen con un aumento de sus recaudaciones. El temor a ser víctima de un delito ha generado una disminución en la participación y un alejamiento progresivo de las familias de estas celebraciones. Lamentablemente en estos últimos años ha ganado claramente el mal en todo esto. Ojalá pronto se recupere la tranquilidad y brillen como antaño las festividades opitas organizadas. Dicen los que saben que siempre que ha llovido finalmente ha escampado.
Aprovecho como docente a hacer un llamado urgente a detener la espiral de violencia y desorganización en la capital bambuquera y comprometernos entre todos, pero por sobre todo es un grito a los que tienen la autoridad del poder de cuidarnos y no lo hacen a pesar de recibir un salario mensualmente producto de la recaudación de impuestos del esfuerzo ciudadano. Todo lo que se haya realizado hasta ahora pedagógicamente no sirvió y se deben generar acciones más contundentes y efectivas.
Por: Claudia Sandoval, ‘La Profe’
