Por: Mauricio Bahamón O.
No es lo mismo dignidad política que dignidad en la política, juego de palabras cercanas pero distantes. La primera se refiere al elegido y la segunda a quien elige.
La dignidad política podemos enfocarla en el actuar de los políticos donde se basa principalmente en su moral enmarcado principalmente por la conducta que demuestra, teniendo claro que el político no representa únicamente su ser, es el representante del interés general de los ciudadanos. Por tal razón, dentro del cumplimiento de los deberes de su cargo o la investidura popular que este represente, debe actuar con el máximo nivel de buen comportamiento y respeto en concordancia con su conducta moral siendo pública o privada, lamentablemente al ser elegidos pasan a ser figuras de referente y representación, donde parte de su actuar debería ser inmaculado. Y si al pensar en postular su nombre ve que es demasiada exigencia, siendo esta una decisión voluntaria, lo más sensato es que no se postule y se dedique a ejercer otro oficio.
El porqué de esta reflexión, vivimos momentos y en especial esta época, donde se ha perdido mucho respeto a la autoridad, al padre, a los hijos, al vecino, a todo, especialmente el respeto personal, ahí es donde entra la falta de dignidad en la política siendo precisamente ese actuar de muchos que no ven más allá y se dejan llevar por un impulso e interés personal. Esa falta de dignidad en la política es la que lleva a recibir en grandes caravanas con aplausos y honores a reconocidos y sentenciados saqueadores del erario ante su salida de la cárcel. “Me gusta mi Neiva, se paran y le gritan fuerte al bandido corrupto”.
El deber ser-. Castigarlos en las urnas rechazando a esos varones de la corrupción, siendo éste el gran cáncer del desarrollo. Gobiernos y administraciones arrasadas que para ocultar sus actuaciones pretenden dejar a su lugarteniente como sucesor sin importar el cómo, conque y lo que cueste.
Con dignidad en las próximas elecciones mi voto público será por esas personas que durante su actuar político público y privado han demostrado ser responsables y respetuosos del interés común, esos quienes trabajan para que todo lo que se haga sea transparente y se rodee de personas que tengan la misma visión de respeto y honradez, cuyas actuaciones estén enmarcadas con conductas decorosas. Acá en el Departamento hay, créanme. “Qué sin ser santos por lo menos no sean demonios1.”
(1): es una expresión que se refiere a la idea de que, aunque las personas no son perfectas y no se espera que sean santos, tampoco deben ser malvadas o demoníacas. En otras palabras, se espera que las personas tengan un comportamiento ético y moralmente aceptable, aunque no sean perfectas.
