Llevo muchos años trabajando como profesora, y uno nunca debe perder el hábito de preguntarse las cosas antes de que lo hagan los alumnos y evitar momentos incómodos y sonrojarse al no saber qué responder. Una debe mantenerse inquieta en esta vocación. Es por eso que se me ocurrió buscar la historia de la frase “La Ignorancia es atrevida” a ver qué aprendo.
Tantas veces la hemos escuchado ¿o no? Familiares, incluso las maestras, hasta nuestros vecinos la usan. Se la atribuyen a distintos renombrados autores yo, como otros, se la asignaba a alguna abuela con años de experiencia en el camino de la vida. En otras fuentes se la asignan a la antigua Roma como “ignorantia audax” asignándole audacia a los que, con desconocimiento total o parcial, se animan a opinar o a veces ¡hasta a dar veredictos sobre lo que no tienen idea!
Dante Alighieri en «La Divina Comedia» nos da otra idea también de esta expresión, cuando describe a los condenados en el infierno que, aunque no saben nada sobre los temas de los que hablan, se muestran seguros y arrogantes. Colaboró después el escritor y filósofo francés Voltaire, al afirmar que, los ignorantes se sienten confiados y expresan cualquier cosa sin información, mientras que la ciencia es prudente y cuestiona hasta confirmar los pensamientos antes de hacerlos públicos.
Pero volvamos a la tierra (como le digo a mis alumnos cuando se distraen), en el día a día vemos muchos ejemplos que confirman la interpretación de esta famosa frase: sobre todo en temas vinculados a la política en general, la economía en particular y ni hablar de los seres humanos que trabajan en lo público y viven de los impuestos que todos pagamos.
¿No te ha pasado ver personas que dan la vida, por ejemplo, por un alcalde, un gobernador y hasta candidatos que nadie en su sano juicio daría un centavo, y sumado a eso, este mismo ni los reconoce? Pelean para demostrar quién es el más adulador mendigando migajas sin ser valorados jamás. Solo por el hecho de haber recibido un pequeño favor o el regalo generoso de la planta permanente en la función pública de una gobernación, de un municipio o, por ejemplo, en el Congreso, es suficiente para enojarse con quien se anime a opinar en contra de “su jefe” (recordemos que los que pagan esos cargos son los ciudadanos a través de los impuestos, no esa persona que aumenta la deuda regalando puestos).
No reconocen ningún error, y critican más a sus padres que a estos mediocres representantes que de Administración saben muy poco. Estoy segura que ya imaginaron alguna persona así rápidamente, no dudo que ya han pensado muchos ejemplos, porque es tanta la gente trabajando en lo público sin hacer nada que todos conocemos personajes así. Pocas veces tienen la información necesaria, pero salen por donde puedan, ¡desde redes sociales, en los medios de transporte hasta en la fila del supermercado! Y ahí viene la clave: ¡se atreven a decir cualquier delirio incoherente solo porque son atrevidos ignorantes! Y eso les otorga tranquilidad porque de otra manera no se atreverían justamente.
Es un deseo poco realizable, pero deberían aprender a callar, pero si podemos sufrir hasta en las columnas de opinión de determinados personajes de la sociedad, que en los periódicos hay personas que se animan a decir cada cosa innecesaria, sin fundamentos, para ganarse un lugar en la confianza de estos personajes sin méritos.
A mí me gusta guardar frases que encuentro en los prólogos de libros, puede que también me sorprenda hallándolas en Internet y ya me hice el hábito de conservarlas. A veces inclusive me envían contactos por Whastapp y una de Mark Twain que dice así: “La política es el último refugio de los sinvergüenzas y los corruptos”.
No me gustan las generalizaciones ni los prejuicios, pero esa cita del párrafo anterior confirma lo que he estado describiendo aquí, ya que la mayoría de los políticos actuales (repito por suerte no todos, pero la mayoría de los que vienen ganando elecciones en los últimos años) son exitosos repitiendo frases y hasta afirmando propuestas sin sentido, solo porque suenan bien y se atreven a ser candidatos simplemente porque si tuvieran más información, no serían tan atrevidos y valientes y dudarían de hacerlo.
