Mis alumnos a medida que van creciendo hacen cada vez más preguntas y una muy común suele ser cuando se enfrentan a la pérdida de un ser querido y quieren comprender por qué murió. La realidad es que sea como sea que se los expliquemos, cada vez más seguido personas pierden la vida innecesariamente.
Recuerdo cuando uno de los más juiciosos, siempre más preocupado por la realidad que sus compañeritos, me preguntó por qué se había ido su abuelita. No supe qué contestarle en ese momento, pero ahora, unos cuantos años después y con más experiencia, entiendo cómo explicar ya que, en nuestro país, estamos nuevamente experimentando muchas muertes evitables sin sentido y uno se enfrenta por desgracia, más seguido a esa situación.
¿Qué decirles? ¿Qué los políticos son cómplices, que no hacen nada o fingen intentar combatir la inseguridad? No deseo ni amargarlos ni mentirles. Cuando las estadísticas nos hablan de muertes por accidentes viales, feminicidios todos se escandalizan, pero realmente no hay una reacción efectiva de quienes deben y pueden tomar decisiones. Y es muy importante pensar en los muchos otros que quedan con consecuencias crónicas de esos accidentes y no fallecen, no sé cuántas personas en estado vegetativo habrá, pero no son pocas que viven sin vivir por causa del mal estado de las vías, por ejemplo y destruyen hogares.
El otro día, sin ir más lejos, una madre se comunicó para avisar que no iba a traer a su hijo ya que a unos metros de su casa había nuevamente una fiesta que desde la noche anterior molestaba y había personas drogadas y borrachas peleando en su cuadra en la calle, y le daba miedo salir. Ese lugar no debería estar ahí, la administración municipal no debería permitirlo. Casos como estos cada vez son más seguidos, se ausentan y al comunicarnos con los contactos logramos enterarnos de que mataron a sus papas en un asalto y quedaron solitos con los abuelos. Hijos de soldados o policías, de campesinos amenazados por la guerrilla, y muchos otros también en las mismas circunstancias.
Inclusive alumnos que viven en barrios con poca protección, que presencian riñas violentas que si no finalizan en pérdida de la vida dejan una estela de sangre a metros de los niños. Nos estamos educando nuevamente en la violencia, que parece cotidiana y normal, pero es hora de que alertemos que no debería seguir aumentando.
Cada vez nombres más bonitos pero menos efectivos (quiero aclarar que como docente amo a nuestras fuerzas de seguridad que nos protegen las 24 horas), pero qué difícil esa sin la ayuda concreta de la política y menos de los jueces: primero fue el “plan cazador”, ahora el “Plan Choque seguridad 360° ”, aunque el alcalde se suba a un helicóptero siendo el hazmerreír de la población (nunca había recibido en mi teléfono tantos memes sobre un político) y mientras usted me lee esté atenta porque pueden robarle.
Privatizaron el alumbrado público de la ciudad de Neiva pero cada vez hay más zonas inseguras y oscuras en donde roban y maltratan a cualquiera. Nosotros no tenemos escoltas. Mis alumnos no tienen chalecos protectores de balas, a veces apenas tienen para comprar lo que necesitan para estudiar.
La percepción de inseguridad en el Huila ha aumentado y es una clara derrota de la politiquería que debería dar lugar a nuevas personas con nuevas ideas, porque estos ya fracasaron: familias que vengo escuchando desde que inicié la universidad y mis alumnos ni estaban en los planes e increíblemente cuando comencé a trabajar hace muchas décadas ya estaban dando vueltas: Villalba, Géchem, González Villa, Andrade, Osorio Botello, Perdomo. Ellos son el cáncer y la inseguridad una de las metástasis de su desidia. Escribo y ni puedo creer que todavía estén dando vueltas. ¡Qué falta de generosidad! ¡Y qué pocos resultados han regalado para que estemos como estamos!
Por: Claudia Sandoval, ‘La Profe’
