Soy una de las tantas maestras de la ciudad de Neiva que intenta diariamente comprender a esta nueva generación de alumnos que nos toca educar en el complicado siglo XXI. Como docente, siempre busco capacitarme y entender la realidad de cada época, y más de la que estamos viviendo. Me gusta estar al día con los temas de esos jóvenes que son el futuro de Neiva y Colombia.
Llevo décadas en esta profesión, he sobrevivido a la violencia del país, a los enfrentamientos sin sentido entre compatriotas, a los lamentables momentos de violencia sin sentido generada por quienes hoy gozan de mucho dinero y son generadores de la corrupción que contamina a nuestra Nación. Hasta me he enfrentado a la polémica y autoritaria potencia nacional Fecode (Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación) que, a pesar de generarnos muchos beneficios, comete errores que dañan la credibilidad del gremio. En este ambiente nuestros niños ingresan a la pubertad creyendo que las cosas son fáciles, que el esfuerzo no ayuda ni sirve y que todo se puede conseguir con palanca.
Una no deja de sorprenderse, antes los muchachos en general inventaban pretextos para no cumplir con sus tareas que eran hasta divertidos, pero ahora todo cambió. Es muy difícil prevenir situaciones que a diario se viven en el aula: ¿qué decirle a un joven que llega todo avergonzado por estar muy embarrado porque el único medio de transporte que su familia puede usar es una moto en la que se suben incómodos el papá y 3 hermanitos y los días de lluvia llega todo sucio por el mal estado de las vías y que por los incontables huecos siempre corren riesgo de una fatalidad?
¿Cómo regañar por incumplimiento a un niño que me cuenta que hizo la tarea y que llegó con las manos vacías porque un ladrón en su humilde barrio al salir en su cicla le arrebató violentamente su viejo bolso con todo lo que necesitaba para asistir a clase? Los padres de este niño trabajan ambos por apenas un salario mínimo en un empleo que les dio la Alcaldía y que a veces ni siquiera les pagan a tiempo, ¿cómo podría yo decirle algo para todos los problemas serios que enfrenta a su edad? Y el niño sonríe sonrojado porque tiene ese humor inocente que lo enciende a jugar con sus compañeritos olvidándose de todo.
Otros cuentan con mucha pena que viven de la solidaridad de otros vecinos que le acercan comida, que los ayudan donándoles ropa cada tanto para no usar siempre la misma. ¿Qué se le puede marcar a estas personitas que buscan contención y no más regaños de la vida reciben? Repetimos tanto lo de ser empáticos y pretendemos perfección de quienes inician su día y no saben si van a poder desayunar porque lo que los padres calcularon para el mercado, no les alcanza porque todo aumentó.
Cuando intentando recordar anécdotas poco felices, de quienes solo deberían ser felices disfrutando de su poca edad, se me acercó una niña para contarme que con la lluvia de anoche su casa se inundó y que no va a poder hacer la reunión con sus compañeras como lo habían pensado para iniciar el fin de semana jugando, y eso que la Administración Municipal les había prometido unas ayudas para evitar que las goteras siguieran dañando la casa, pero como suele pasar, la Alcaldía les incumplió como en tantas otras ocasiones.
¡Qué difícil ser la profe en estos momentos donde debemos pensar en tantas situaciones humanas adversas, injustas e inesperadas de los niños antes que en el estructurado y aburrido aprendizaje formal!
Por: Claudia Sandoval, ‘La Profe’
