Reformas a la Policía sí, pero no así.

Por estos días el país pasa por un momento difícil de su vida republicana, la sensación de malestar de uno u otro sector social a las propuestas políticas predominantes cada día es creciente; ciertamente, en un Estado ultra democrático como el nuestro, es absolutamente difícil trazar políticas públicas que satisfagan a TODOS los Colombianos, sin que estas sean insumo para avivar la protesta, hoy degradada a un instrumento para mantener vigencia política de aquellos con intereses de llegar al poder.

En efecto, los recientes casos protagonizados por miembros de la Policía Nacional, no son indiferentes a ese contexto, se levantan voces que reclaman desde un planteamiento electorero y demagógico, reformas estructurales no solo a una de las instituciones más icónicas del país, sino a la política pública de seguridad ciudadana, encaminando propuestas que desnaturalizan dicha institución, bajo conceptos sobredimensionados de los Derechos Humanos, estimulantes de exceso de libertad y carencia de orden propia de los Estados Anárquicos, en donde el irreverente del ordenamiento jurídico encuentra el mejor escenario para destruir la sociedad de bien. Como si los problemas de seguridad y convivencia ciudadana de la actual Colombia toleraran soluciones a partir de silbatos, bolillos y charlas persuasivas al infractor irracional.

En un país necesitado de una autoridad de policía confiada para hacer cumplir el universo normativo colombiano, regulador de todo y escaso de fuerza ejecutoria, deberán llegar las reformas, nunca inspiradoras de ausencia de estructura gubernamental, sino por el contrario, aquellas que permitan la imposición el bien general representado en la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución; una fuerza pública dotada de herramientas, jurídicas, tecnológicas y formativas, que faciliten la operación armónica con la sociedad; capaz de poner en orden al borracho pasado de copas, al ruidoso, al conflictivo y al delincuente con respeto de su dignidad humana, mediante un actuar limpio alejado de la torpeza en que están cayendo de la agresión sistemática.

Por: Diego Fernando Caballero
Twitter: @DiegoFc86